Where the Hell Is Merrick Garland?
Trump Gives the Response America Really Needs to Terrorists on Campus
Guess Who Will Receive the Presidential Medal of Freedom?
The Cops Are Finally Unloading on the Commies and Normal People Are Fed...
Another Arab Country Rejects Hosting Hamas Terrorist Leaders
UPDATED: Democrat Rep. Henry Cuellar Indicted on Federal Bribery Charges
It's Been Another Terrible Week for 'Bidenomics'
How Is the Biden Admin Going to Explain Away This April Jobs Report?
A Troubling Tale
Supposedly 'Devout Catholic' President Biden Won't Be Too Happy With These Poll Results
Watch: WH Declines to Deny Leaked Proposal to Bring Gaza 'Refugees' to US
Biden Admin Finally Acknowledges What's Happening With Gaza Aid
Here's How Biden Chose to Commemorate the Dobbs Leak
Spoiled Brats at Columbia Have a New Ludicrous 'Demand'
JD Vance Schools CNN on 'Bogus' Case Against Trump
OPINION

EDITORIAL: Abriendo la mano Deuteronomio 15:7-8

The opinions expressed by columnists are their own and do not necessarily represent the views of Townhall.com.
Advertisement
Advertisement
Advertisement
NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a

http://www.bpnews.net/espanol

Advertisement

NASHVILLE (BP) -- ¿Alguna vez en la vida ha sido usted bendecido por alguien? ¿Ha recibido por la generosidad de alguna persona, algo que necesitaba y por lo cual había estado orando?

Estas preguntas son un poco raras. Por lo general las personas acostumbran a hablar de las ocasiones en las que han podido ayudar y servir de bendición a otras personas. En muy pocas ocasiones se habla de aquellas experiencias en las que fuimos bendecidos por otros. Hoy quiero hacer una excepción.

Yo fui el recipiente de la generosidad y el amor de un grupo de hermanos y hermanas de una iglesia que existía en la ciudad de Albuquerque en el estado de New Mexico, que se sintieron llamados a dar con generosidad, más allá de lo que tenían, para servir de bendición a un extranjero recién llegado, a quien nadie conocía en aquel lugar.

Llegué hasta aquella iglesia un miércoles en la noche y durante el culto de oración solicité que oraran por mí. Eso fue todo cuanto pedí a aquella congregación. Yo tenía una visa, por lo que no era ilegal, pero había decidido no regresar a mi país natal en donde había sufrido vejaciones, maltratos y persecución política, por lo que había venido con la intención de solicitar asilo político en los Estados Unidos de América.

Esto que se escribe y lee muy rápido y con tan pocas palabras, fue un proceso largo que tomó varios meses. De niño, aunque era muy pobre, me enseñaron a no pedir y de adulto seguí con esa costumbre. Solo que en esta ocasión, yo poseía absolutamente nada. Todas mis propiedades se reducían a un par de mudas de ropa, unos cuantos libros en español, los conocimientos que tenía en mi cabeza, una gran fe en mi Señor y Salvador y un gran montón de sueños.

Advertisement

Una vez iniciados los tramites de asilo político, mi estatus migratorio cambió por lo que no se me permitía trabajar hasta que el Servicio de Inmigración revisara y aprobara mi solicitud. Decir que en esos momentos confiaba plenamente en que Dios supliría mis necesidades sería mentir. No tenía idea de qué podía hacer para salir de la situación en la que me encontraba. No tenía dinero, no podía trabajar, no tenía familiares ni amigos en los Estados Unidos a los que pudiera pedir ayuda y ni siquiera podía comunicarme adecuadamente en inglés.

Pero Dios fue fiel a sus promesas y suplió todas mis necesidades sin que yo siquiera se lo pidiera. No fueron hechos casuales, ya que cada uno de ellos fue ejecutado por hermanos o hermanas que haciendo un sacrificio, en un momento determinado se sintieron motivadas a ayudarme, sin saber siquiera qué necesidades yo tenía.

Nunca podré olvidar el día que el pastor de la iglesia tocó a la puerta del pequeño apartamento (eficiency) que un grupo de personas me había rentado con dinero que habían colectado entre personas que nunca me habían visto ni me conocían. Aquel día en particular, desde el amanecer yo había estado leyendo una Biblia que me habían regalado. Tenía hambre y mucho frío y dentro del refrigerador solo había un pomo con agua, en los armarios, solamente había cucarachas, pero estas no son buenas para comer. En esas condiciones no es muy estimulante salir a caminar por lo que yo estaba arropado con todo lo que tenía para combatir el frio que me hacia tiritar leyendo la Biblia tratado de encontrar respuestas a las preguntas que llenaban mi cabeza.

Advertisement

Tony que era el pastor de la iglesia, llegó cargando una gran caja llena de provisiones, él no sabía por qué estaba allí, y se disculpó por su acto de venir sin avisar, aunque no era posible avisarme ya que no tenia teléfono; Yo sabía que Dios lo había enviado ese día para proveer para mis necesidades. Tal vez él nunca lo supo, pero su acción motivó que yo alabara y aun alabe a Dios por aquel hecho.

Día tras día, durante mucho tiempo, un enorme grupo de personas humildes bendijeron mi vida con ayudas materiales y espirituales. La impresión que produjeron en mí fue tan grande que desde hace muchos años, cada día le pido a Dios que yo le pueda servir de bendición a alguien en ese día, que yo pueda servir a alguien de la misma manera que aquellos amados y nunca olvidados hermanos y hermanas me bendijeron durante aquellos meses.

Podemos servir de bendición con recursos, pero también con una palabra de aliento, con un consejo, con una oración, con una sonrisa, con un poco de amor, mostrando misericordia, perdonando, no dando lugar a los chismes y cometarios, trabajando y sirviendo a los necesitados.

La lista es interminable. Pero déjeme terminar diciendo que aquellos hermanos de Albuquerque hicieron posible que sus nombres se grabaran en oro en mi corazón para siempre y que cada día yo le dé gracias a Dios por ellos. Algunos ya están en la presencia del Señor y otros no sé qué ha sido de ellos, pero estoy lleno de gratitud por ellos y mi corazón alaba a Dios cada día por lo que hicieron conmigo.

Advertisement

Una vez más se ratifican los versos del viejo himno que dicen: "Nunca esperes el momento de una gran acción, ni que lejos pueda ir tu luz. En la vida, a los pequeños actos da atención y brilla en el sitio donde estés."

Óscar J. Fernández es Senior Editorial Project Leader para Multi-language Publishing, en LifeWay Church Resources Division, LifeWay Christian Resources en Nashville, TN, es además escritor independiente y estudioso de la Biblia. Su blog http://estudiandolabibliaconoscar.blogspot.com tiene seguidores en 45 países.

Copyright (c) 2013 Southern Baptist Convention, Baptist Press www.BPNews.net

Join the conversation as a VIP Member

Recommended

Trending on Townhall Videos