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OPINION

EDITORIAL: Con respecto al corporalismo Hispano

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NOTA DEL EDITOR: La columna First-Person (De primera mano) es parte de la edición de hoy de BP en español. Para ver historias adicionales, vaya a

http://www.bpnews.net/espanol

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SAN ANTONIO,Texas (BP) -- En su tomo sobre El Pensamiento Latino Americano, Leopoldo Zea toma nota del impedimento del mexicano en desarrollar un "espíritu nacional" robusto. Zea, junto con José María Luis Mora, apuntan al hábito de difundir un "espíritu de cuerpo" a todo nivel social (p.110-111). Tanto Mora como Zea ven esta tendencia cultural como algo debilitante lo cual nos hace preguntar, ¿qué es específicamente este hábito cultural de optar por lo corporal?

Zea identifica esto como simplemente la tendencia heredada desde la colonia Española de pensar solo en lo propio y lo que aplica a un grupo definido. Tal "corporalismo" haya dificultoso ver más allá de los intereses inmediatos y relevantes a dicho cuerpo del cual uno toma parte. Es más, para Mora, los intereses del "cuerpo" son tan esforzados que rara vez entra al pensamiento colectivo hacer lo que beneficia al público—a la nación. En vez, la energía se usa para acumular bienes, privilegios y extensiones de fuero limitado a los miembros del grupo. Esta mentalidad a menudo tiene su lado obscuro. Tan extremado es este colectivismo que el cuerpo hará todo lo posible aun hasta esconder el delito de sus miembros por tal de no dañar la fuerza de la colectiva ante el público. Por otro lado, ninguna organización responde con tanta ferocidad como cuando el miembro falla en sus obligaciones a dicho grupo.

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Este carácter, que en realidad puede ser trazado a la antigüedad y aplica más allá del mexicano, debe de ser visto por lo que es. Cuando estamos dispuestos a vernos como miembros de un cuerpo colectivo, ya sea una unión laboral, o un sindicato, o un partido político lo hacemos al costo de nuestra voz personal. Aun más, a tal nivel que el cuerpo nos define, somos vulnerables a ser manipulados por intereses adversos a los nuestros. Es notorio que dentro del pensamiento colectivo lo que importa sobre todas las cosas es el interés que trajo a formación el grupo. Siempre y cuando tales deseos se realicen, lo que hacen otros grupos afiliados no tiene mucha importancia aunque tales alianzas choquen aun con principios y valores que uno considere sagrados.

Sería fácil despedir a Mora y Zea, pues estos dos pensadores escribieron en tiempos pasados y ahora se dice que hemos progresado a la modernidad. Pero la realidad es que esta mentalidad corporal sigue fuerte en nuestro día. Octavio Paz, en su ensayo, America Latina y Democracia, observa la ironía de la mentalidad corporal hispana: "la paradoja de la modernidad: las actitudes de ayer son las ideas de hoy" (p. 7). Howard Wiarda, en su libro de 2001, El Alma de América Latina (The Soul of Latin América) nota que el corporalismo se sigue promoviendo queriendo agrupar al pueblo de acuerdo a "intereses naturales" (p.251). Tales intereses son nada menos que los apetitos humanos, apetitos que solo se pueden perseguir sublimando los valores mayores del alma y del corazón.

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Para el Hispano evangélico, este impulso corporal debe ser puesto bajo la luz del evangelio, pues no hay cosa alguna que nos define más que nuestra identidad en Cristo. Pablo dice en quizás su primera epístola, "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí"(Gálatas 2:20). Pero, fácilmente podríamos relegar la exageración de este apóstol a su exuberancia juvenil, ¿verdad? Lo que verdaderamente cuenta es ver qué piensa el apóstol después de años de abuso (2 Corintios 11:23-29) y vegetando en el calabozo (Filipenses 1:13). Mientras la tendencia es insistir en lo mío, el apóstol considera todos sus alcances como basura a la luz del supremo conocimiento de Jesús (Filipenses 3:4-7). No había nada, ni su patrimonio Judío, ni su membrecía en el sindicato como hacedor de tiendas, ni su posición en la confraternidad de fariseos que pondría en compromiso el testimonio de su vida. Su membrecía como ciudadano del reino de Dios, como miembro de la iglesia, la novia del Cordero era su identificación suprema sobre todo lo demás.

Tal identificación "en Cristo" rinde una idea popular prácticamente ridícula. Hay muchos que intentan resolver el choque entre los intereses del partido laboral, político, o social con los valores personales de la fe. Lo hacen insistiendo que uno puede actuar en las dos esferas de la vida, dejando que los valores y creencias personales sean solo eso—algo personal e íntimo. Pero tal filosofía fracasa pues Dios nos llama amarlo con todo nuestro corazón, alma, mente y fuerzas (Marcos 12:30). Dios no permite sus hijos vivir y practicar una vida bifurcada contradiciendo con una mano lo que hace con la otra (Santiago 3:11-12).

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El desafío del Hispano evangélico en estos tiempos es resistir el impulso de practicar nuestra responsabilidad cívica guiados por una identidad fabricada para elevar nuestros intereses naturales y humanos sobre todo lo demás. Mientras hagamos esto corremos el riesgo que otros tomen provecho de nuestra afiliación colectiva para avanzar intereses políticos ajenos a lo que creemos. No podemos dejar, por ejemplo, que nuestro voto sea comprado con alhajas temporales, pero al costo de anular nuestra voz profética contra tales cosas como el aborto de los inocentes, o la redefinición bíblica del matrimonio para incluir matrimonio entre personas del mismo sexo. Simplemente no podemos estar tan ligados a los intereses de cualquier agrupación social o política cuando estos chocan plenamente con la enseñanza de la palabra de Dios.

Quizás debemos preguntarnos, ¿Qué espíritu nos motiva al fin de todo? ¿Qué es lo que nos hace actuar? ¿Es el espíritu de este mundo que busca solo lo suyo, aunque sabemos que está pasando aun a nuestra vista (1 Juan 2:16-17)? Manteniéndonos en pie sobre valores que nunca cambian es costoso, pero posible, pues Dios nos da la victoria (1 Juan 4:4).

Rudolph D. González es el decano de la Southwestern Baptist Theological Seminary William R. Marshall Center for Theological Studies, San Antonio, Texas. Estudios hispanos, Southwestern Baptist Theological Seminary: http://www.swbts.edu/hispanicstudies/sp/.

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